Proyecciones. El supervisor baja del 2,4% al 2% la perspectiva de crecimiento ante el empeoramiento de los indicadores,
en un contexto de fuerte pérdida de impulso del consumo privado y de ralentización en la creación de puestos de trabajo.
El león de la desaceleración es más fiero de lo que se preveía.
Apenas tres meses y medio después de revisar al alza sus estimaciones de
PIB para 2019, hasta el 2,4%, el Banco de España dio ayer un giro de
180 grados e hizo un drástico ajuste a la baja en sus proyecciones
macroeconómicas para España, no solo para este ejercicio, sino también
para 2020 y 2021. Así, la institución que gobierna Pablo Hernández de
Cos recortó hasta el 2% la previsión de PIB para 2019, cuatro décimas
menos que en el informe de junio; hasta el 1,7% el año que viene (dos
décimas menos) y al 1,6% en 2021 (una décima inferior). En el tercer
trimestre de este año, el PIB crecería ya un 0,4%, una décima menos que
en los dos trimestres previos.
El pronóstico para este año se sitúa dos décimas por debajo
de las previsiones del Gobierno (un 2,2%), cuya ministra de Hacienda en
funciones, María Jesús Montero, aún insistía hace poco más de un mes en
una revisión al alza, “como mínimo al 2,3%”. En las últimas semanas,
sin embargo, la titular de Economía, Nadia Calviño, ha sido la encargada
de poner los pies en el suelo del Ejecutivo y ha dejado entrever que
esa revisión positiva no se producirá. De hecho, el galopante deterioro
de las expectativas sugiere que la actualización del cuadro macro sería
en todo caso de signo contrario.
¿Qué ha cambiado en los últimos meses para provocar este
enérgico tijeretazo en las perspectivas de crecimiento? El Banco de
España atribuye dos décimas de esta rebaja a la propia revisión
efectuada por el INE, que hace una semana certificó que el enfriamiento
económico no solo es una inquietante realidad, sino que empezó antes y
es más intenso de lo estimado. Precisamente, las dos décimas restantes
corresponden “a la información negativa” recibida por el supervisor
desde junio y que confirma el empeoramiento del escenario ante el
recrudecimiento de la guerra comercial entre EEUU y China; la amenaza de
un Bréxit caótico; las tensiones geopolíticas en la zona del golfo, con
implicaciones para el precio del crudo, pero también “a la persistencia
de la incertidumbre” política en España.
Entre los datos más significativos figura la pérdida de
fuelle del consumo privado, que hasta ahora venía siendo el gran motor
de impulso de la economía española. Lo seguirá siendo en los próximos
trimestres, pero a un ritmo mucho menor que en el pasado. Según las
estimaciones del Banco de España, el consumo de los hogares apenas
crecerá un 1% en 2019, ocho décimas menos de lo que se preveía en junio,
fruto de la incertidumbre y del empeoramiento de las expectativas, lo
que según el director general de Economía y Estadística del Banco de
España, Óscar Arce, “lleva a los consumidores a no consumir”. Esto,
junto al menor gasto también de las empresas, provocará que la
aportación de la demanda nacional al crecimiento se reduzca hasta el
1,4% este año, 9 décimas menos que en la proyección de junio y
prácticamente la mitad que el año pasado (un 2,7%). Todo ello en un
escenario de contribución declinante de la demanda exterior, que en 2020
y 2021 mostrará un encefalograma prácticamente plano. El deterioro de
la confianza también se reflejará en la inversión, que este año crecerá
un 2,3%, 1,9 puntos porcentuales por debajo de lo previsto antes del
verano y menos de la mitad que en 2018, cuando subió un 5,3%.
En este escenario de creciente anemia económica, uno de los principales damnificados será el mercado laboral, donde las afiliaciones a la Seguridad Social ya crecieron entre mayo y agosto a mitad de ritmo que entre enero y abril. El Banco de España prevé que la creación de empleo se ralentice hasta el 1,8% este año, frente al 2,5% de 2018, mientras que avanzará un 1,3% en 2020 y un 1,5% en 2021, lo que frenará la reducción de la tasa de desempleo, que en 2021 aún seguirá en niveles del 13%. El frenazo se produce en un entorno de alzas salariales (algunos convenios se están firmando con subidas del 3,6%) y de baja productividad, un cóctel letal para la economía.
Fuente: Expansión