Despida lo antes posible a alguien si no funciona

Hace diez días, una adolescente llamada Cella tuiteó un mensaje que decía “¡Qué horror! Empiezo en este j****o trabajo mañana”. Alguien le enseñó el tuit al dueño de la pizzería que la acababa de contratar, que tuiteó como respuesta: “¡No comienzas ese j****o trabajo mañana! ¡Estás despedida! ¡Buena suerte, ahora que no tienes dinero ni trabajo!”.

A juzgar por las respuestas en la red social, la mayoría de los jóvenes creen que Cella es una héroe que estaba ejerciendo su libertad de expresión. En cambio, la mayoría de las personas mayores de 25 años adoptó la postura contraria, asegurando que la joven se comportó como una mocosa.

Ambos grupos están de acuerdo en que un despido antes de empezar es algo extraordinario. Twitter parece haber cambiado nuestro modo de trabajar, pero en realidad no ha cambiado nada, lo que ha hecho es acelerar las cosas, lo que resulta positivo.

Hace unos años, la chica probablemente hubiera sido despedida en cuanto comenzara a gruñir a los clientes. Al poner fin a la agonía antes de que empezara, la empresa salió ganando. Hasta la chica sacó algo positivo del intercambio, ya que le quitaron un empleo que detestaba.

Lo único que estuvo mal en el tuit del dueño fue su falta de educación. Él creó la situación. Contrató a la persona equivocada, y al deshacerse de ella debería haber admitido su error. Todos los jefes, hasta los más expertos, eligen a veces a personas imposibles. Es difícil saber cómo es alguien antes de que empiece a trabajar. Lo que sí es sorprendente es lo que se tarda en despedir a una persona que no es la adecuada. Los jefes suelen posponer la decisión por tres razones: se aferran a la esperanza de cambio (casi nunca sucede); les cuesta reconocer su mala elección y evitan la desagradable experiencia de despedir a alguien.

La semana pasada conocí a un ex consejero delegado muy famoso al que se le atribuye haber contratado a algunos de los ejecutivos más exitosos de Reino Unido. Me dijo que no era mejor a la hora de seleccionar. Lo que sí se le da bien era despedir a la gente que no vale sin pestañear. El momento del que más se enorgullece es de haber despedido a un alto ejecutivo que trabajó un solo día. A las pocas horas, los empleados ya hacían cola para quejarse por sus malas maneras y después de comer el jefe decidió tomar cartas en el asunto. Le dijo al ejecutivo que había cometido un error, se disculpó y le pagó lo que le correspondía. Entonces no había Twitter y la noticia no trascendió.

Cuando algo va mal, el jefe no es el único en enterarse. A un amigo mío le contrataron en otra empresa por casi el doble de sueldo. Al acabar su primera jornada, ya se había rebelado contra sus compañeros, lamentando la presión a la que estaban sometidos. Al día siguiente se despidió. No digo que todo el mundo debe dejar un nuevo empleo al primer obstáculo, pero si la incompatibilidad es evidente, no se debe esperar.

Conozco a un hombre que fue contratado para un alto cargo hace un par de años. Todos sus entrevistadores quedaron impresionados, pero resultó ser un desastre. La empresa tardó un año en deshacerse de él. Si alguien hubiera consultado a persona que lo acompañó a las entrevistas, las cosas hubieran sido diferentes. Cuando subían juntos en el ascensor la ignoró y ni siquiera respondió a sus comentarios. Ella supo desde el primer momento que no funcionaría, lo que me hace llegar a una conclusión: preguntar a los guardias de seguridad, recepcionistas y secretarias lo que piensan de los candidatos es una decisión más sensata de lo que parece.

Fuente: Expansión